Le pareció que recién acaba de dormirse cuando ese ruido la despertó. Debió haber sido fuerte, porque ella tenía el sueño pesado. Se incorporó
apoyándose en un brazo y esperó. No se escuchaba nada. Pensó que podía ser el
viento nuevamente, y que como se había acostado asustada, la despertó.
La noche estaba oscura, se acomodó para seguir durmiendo cuando la
distrajo un horrible olor, quiso encender la luz pero no podía encontrar en interruptor,
hasta que en uno de esos movimientos que hacía con la mano lo tocó, pero la luz
no encendía. Rápidamente se sentó en la cama, ahora el olor era más fuerte, pudo
reconocer que era excremento de animal, su rostro se desfiguró por la mueca de
asco que hizo y tapó su nariz de una forma exagerada.
Un escalofrío recorrió por todo su cuerpo, sus manos comenzaron a sudar
y pasaban por su cabeza muchas ideas, de pronto solo podía imaginar que algo
malo le podría suceder, el olor tan intenso no la dejaba pensar. Se levantó de
la cama y se acercó a la ventana para ver si podía ver algo, pero la noche estaba
sin luna y apenas podía ver los postes de luz a lo lejos. Recordó aquella
lámpara vieja que estaba en su armario, despacio y en puntillas como evitando
ser descubierta se dirigió a éste, tomó la lámpara y la encendió.
Comenzó a temblar y a pestañar, mordía sus labios mientras su mano
temblorosa sostenía la lámpara, con mucho cuidado se acercó y pudo ver a un
mono herido en el patio de su casa, el piso estaba lleno de sangre y de
excremento, muy asustada retrocedió y tomó una pala, y se detuvo justo en el
momento en que pensaba lastimar al mono -Todo lo que quería era una vida
tranquila, alejada del resto- dejó la pala a un lado y se acercó para tocar al
mono.
Mientras se sentó frente al animal recordó la mañana helada que encontró
a Manuel; un bebé abandonado entre arbustos. Lo tomó
entre sus brazos y lo amó como si fuera su hijo, aquel que había perdido días
atrás. Lo recordó, la mona estaba pariendo en el patio de su casa.
Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras miraba como el animal luchaba
por salvar a su cría, corrió por unas sábanas y toallas limpias; regresó y logró
auxiliar a la cría, pero en cuanto la tuvo en sus brazos la mona herida murió. En ese momento no podía pensar, sólo comenzó a actuar por instinto.
Acercó la cría a su pecho y lo alimentó.
Aún no logro descifrar por qué esa noche cambió mi vida, pero recuerdo a
la mona con sus ojos llenos de lágrimas mientras veía como esa madre se hacía
cargo de su cría. Hoy camino a casa encontré un cachorro, lo llevé a casa junto
con los otros tres que tengo.
Qué potencia tiene este cuento. Me encantó!!!
ResponderEliminarUn halago viniendo de ti.
Eliminarun abrazo guapa.
Hermoso beba
ResponderEliminarQue hermoso esto tia, tu siempre sorprendiendo.
ResponderEliminarque hermoso este texto
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