Ella sabe cuando tiene
que venir, sabe como hablar para convencerme, y que hacer para que le diga a
todo sí, como cuando me mira mientras mastica chicle, siempre con sus grandes
ojos que buscan sacarme respuestas y yo que no los evado sino me quedo ahí
parado viéndolos y viéndola a ella conseguir lo que quiere.
Hoy ella no tiene
interés en saber que escribo, ni siquiera me presta atención mientras la
describo, hoy sus pies descalzos giran alrededor mío y me canta canciones sin
letras, que no existen y que probablemente no existirán. Sabe darme esa pequeña
señal para que yo me aproveche del momento, como cuando me abraza y acerca su
cabeza a mi pecho, en ese momento no importa nada de lo que haya hecho.
Me paso los días
esperando señales de ella, como aquella vez que vino y me dijo que tenía frío,
no esperé que pronuncie otra palabra y la abrasé, o cuando se viste con ropas
ligeras y me deja ver su piel y se acerca con sus ojos grandes y me mira y me
acelera todo. Hoy no se trata de mí, no se trata de que ella escriba, hoy se
trata de ti.
QUe hermosa ella
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