Ella se sentó frente a él, se les había hecho costumbre esto de sentarse a hablar; ella cogió las excusas que él le había dado, les quitó el polvo, les pasó un trapo y decidió pintarlas de azul. Tan bien lo hizo que quedaron como nuevas.
Después de todo el esfuerzo y arduo trabajo, -ella ya cansada-decidió ponerlas en la mesa y se fueron a dormir. Hubiera sido un error no perdonar a ese hombre que la amaba tanto.
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