No me tomaría más de 10 minutos y lo recordaría toda la vida, papá no hacía más nada que no sea sonreír. Me pusieron el equipo y como si fuera experta en esto, me paré en el filo del puente, vi hacia abajo y sentí más cosquillas de lo que se siente cuando hay mariposas en el estómago.
¡Ay! no había marcha atrás, me solté y grité hasta que la soga se templó y con la misma fuerza con la que bajaba me subió.
¡Ay! cosquillas de nuevo.
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